Todo aquello que se escapa a la disciplina de la razón nos liga directa y misteriosamente al infinito del que formamos parte. Cuando damos vía libre a nuestra mente para que se mueva libremente, envuelta en un manto de hondo y oscuro azar, llegamos a tocar el corazón del TODO. Llegamos así a SENTIRLO, a sentir sigilosamente esa simbiosis profunda entre nuestra humanidad y lo que  la contiene.

Nuestra realidad está plagada de vías que nos invitan a sentir el TODO. Lo hacemos, casi siempre, sin ser conscientes, a través del arte en todas sus manifestaciones, de la música, de la poesía, de la arquitectura, de la fotografía, de la interacción con otras personas, de la propia introspección… Ejemplificamos este sentir, de momento, con diversas muestras de cada una de las tres proposiciones que mostramos seguidamente.